El
colonizador violentó nuestros pueblos negros e indígenas. Después dejó de
herencia una élite que domina e instaura
en su discurso una "libertad" travestida de crueldad
"democrática". Para mí, es imposible leer mis objetos de
investigación y no comparar sus momentos históricos con lo que vivimos hoy.
Para
que quede más visible mi pensamiento, trabajo en el doctorado con dos
intelectuales afrodescendientes: Manuel Zapata Olivella y Abdias do Nascimento.
Ambos se van a ver influidos por el período de los movimientos por los derechos
de la población negra: desde la década de 30 del siglo XX hasta los años 70 con
la independencia de los países africanos. Sus escrituras van más allá de la
pura estética; son un posicionamiento político.
En
este camino, encontramos un personaje de Zapata Olivella en el libro Changó el gran putas, Agne Brown; mujer,
negra, estadounidense, que es la representación de tantas mujeres que lucharon
por los derechos del pueblo negro. Queremos establecer un breve diálogo.
Ella
fue escogida por los Orichas y en la narrativa de Zapata percibimos el tono que
resalta el papel femenino en la lucha por los derechos civiles, una vez que el
personaje está en el lugar simbólico de los Estados Unidos, en el período del siglo
XX en que hay una reivindicación por la visibilidad de la población negra:
“Changó, entre todos los ekobios [las negras y negros], te ha escogido a ti:
mujer, hija, hermana y amante para que reúnas la rota, perseguida, asesinada
familia del muntu [idea de humanidad a partir de la cultura africana,
precisamente del pueblo bantú] en la gran caldera de todas las sangres” (Zapata
Changó el gran putas 443). El papel
del intelectual, en este caso, una mujer, será preponderante para establecer el
pensamiento de la libertad universal que los negros también tienen la
oportunidad de disfrutar. El linaje
ancestral siempre reiterado en la narrativa reaparece en la figura de Agne,
pero como la recurrencia de una memoria olvidada: “Respira el aire libre, aquí
estamos alumbrando el comienzo de tu nueva vida olvidada de la carimba que puso
la loba blanca sobre tu soul” (Zapata
Op. Cit. 443). La relación de la esclavitud, es decir, la relación de la
dominación, hizo que el colonizador violentara la identidad del colonizado. En
esta relación de dominación se instaura un “intermediario del poder utiliza un
lenguaje de pura violencia” (Fanon Los
condenados de la tierra 22). El arma del europeo fue la violencia física,
psicológica y cultural.
Es
por medio de este lenguaje de violencia, del que nos habla Frantz Fanon, que
observamos cómo el colonizador hizo tan bien su trabajo de sometimiento que
hasta hoy en día la clase dominante, por medio de un discurso travestido de
“políticamente correcto”, invisibiliza los sectores sociales dominados y los
aleja del espacio de poder.
Como
señala Zapata Olivella, la loba blanca, metáfora para el colonizador
europeo, carimbó el alma de los
colonizados, pero se olvidó de que la memoria de nosotros no fue aniquilada por
completo. Siempre hubo en la historia quien no estuviese de acuerdo con la
opresión. En nuestra posición, como intelectuales, renace el mismo sentimiento
que hubo en Benkós Biojós, Bolívar, Malcon X, Zumbi de los Palmares, entre
tantos otros, de reivindicar nuestra voz, la voz de los subalternos, la
libertad y digo la libertad universal del ser humano, sin ninguna opresión,
pero reafirmo: n-i-n-g-u-n-a. Es necesario observar y desarticular las armas de
silenciamiento que un grupo dominante tiene para quitar los derechos inalienables
del pueblo.
No
hay duda, como ya decía Bob Marley: descolonicemos nuestras mentes. He aquí
nuestro desafío: estar en la sociedad y
tener voz como negros, negras, indígenas, homosexuales, mujeres, pobres,
gitanos y tantos otros subalternos.